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Descarados

Aprovechar una desgracia que no solo destruye a una familia sino que golpea con dureza a la población en beneficio propio muestra una bajeza de niveles impensables. Lamentablemente, hay un sector de la clase política que, a falta de planes y propuestas, recurre a la manipulación de los hechos buscando desprestigiar a sus contendientes y beneficiarse ellos del dolor y la tragedia.

En menos de 15 días, la sociedad paraguaya se vio golpeada por atentados realizados por sicarios que acabaron con la vida de 2 personas, muy diferentes entre sí, pero que cayeron víctimas del crimen organizado. Sin importar los motivos que decidieron sus asesinatos, el fiscal Marcelo Pecci y el intendente de Pedro Juan Caballero fueron víctimas de la mafia que maneja el narcotráfico y el lavado de dinero.

El gobernador de Amambay y hermano del intendente asesinado, Ronald Acevedo, fue el único que responsabilizó de su muerte al presidente de la República, y no solo se limitó a acusarlo ante los medios de comunicación, sino que le llamó por teléfono a reclamarle su inacción para combatir al crimen organizado, recibiendo la espantosa pero ilustrativa respuesta: “¿Y qué querés que haga?”.

Pero lo verdaderamente vergonzoso es la actitud asumida por oficialistas y opositores que decidieron aprovechar esos dos luctuosos hechos para atacar a un sector político contra el que no pueden competir con argumentos ni propuestas, por lo que intentan convencer a la ciudadanía de que se trata del crimen organizado disfrazado de movimiento político, algo que jamás pudieron comprobar a pesar de los años que llevan intentándolo.

Señalan a ese sector político como responsable del narcotráfico, el lavado de dinero y hasta el asesinato de Pecci y Acevedo. Mientras los investigadores se encuentran en un camino enmarañado que intentan desentrañar, buscando identificar no solo a los sicarios sino a quienes ordenaron los atentados, ellos ya resolvieron ambos crímenes e identificaron a los culpables. Menos mal que nadie los toma en serio.

Pretenden ser opción válida para la ciudadanía pero se muestran como la peor clase de alimaña, la que se alimenta de la desgracia ajena.

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