Poco antes de septiembre desde Hacienda empezaron a hablar de un presupuesto austero para el año próximo, confirmado por la Ley de Consolidación Económica, que claramente establece que no habrá aumentos salariales en el Presupuesto General de la Nación del 2022. El gobierno repitió tanto el discurso de la austeridad que empezamos a creerle, mucho más si tenemos en cuenta que mantiene deudas millonarias con las vialeras, los sanatorios privados, las farmacéuticas, y todos amenazan con que no podrán seguir prestando sus servicios al Estado de no cancelarse el compromiso asumido.
Pero ni bien empezó el tratamiento del proyecto del PGN en la bicameral de Presupuesto se inició también el tradicional desfile de los responsables de entes públicos pidiendo más plata para sus instituciones que las que prevé el trabajo de Hacienda, echando por tierra cualquier sospecha de que esta vez sí podría haber una firme decisión de imponer mayor austeridad al descontrol y al vito permanente del dinero público.
Parece obvio que ninguna de las demás instituciones públicas presta la más mínima atención a las advertencias que da Hacienda sobre la falta de dinero. Cada una de ellas tiene su presupuesto ideal y lo defienden con uñas y dientes ante la comisión legislativa. Y lo que es más increíble, varias son las que consiguen su objetivo, como si de verdad existiera un teléfono cortado entre la Presidencia de la República y su gabinete.
Este es un show que se repite cada año y el resultado no tiene por qué ser diferente que los anteriores, así que lo más probable es que el Parlamento sancione un PGN 2022 más deficitario que lo pretendido por el gobierno porque algunos ministros o responsables de instituciones tocan alguna fibra íntima de los legisladores y consigan lo que quieren.
Si tan solo alguno presentara algún proyecto en el que se comprometa a moderar los gastos pero eso es una utopía. Todos saben cuánto más quieren, pero ninguno sabe qué hacer para gastar menos. Es obvio que para todos los que forman parte del gobierno, la plata pública les pertenece y están convencidos de que pueden hacer con ella lo que quieran. Mientras tanto, el país está cada vez más endeudado porque de algún lado hay que sacar el dinero para pagar las deudas.