Inicio / Editorial / Irresponsabilidad compartida

Irresponsabilidad compartida

Aunque el ministro Mazzoleni insista en que “le preocupa” el relajo de la ciudadanía, que le perdió el miedo al virus y actúa como si el peligro hubiera pasado, es un recurso demasiado retorcido pretender trasladar totalmente la responsabilidad de la situación actual a la gente, que no hace otra cosa que procesar, a su manera, los mensajes tan dispares que recibe.

Es indiscutible que la situación actual es producto de una campaña iniciada por autoridades de Salud Pública y seguida con entusiasmo por algunos medios de comunicación, que insisten en que ya superamos el peor escenario y estamos en proceso de recuperación. Desde hace varias semanas, este contubernio mantiene el discurso exitista, con un alevoso ánimo de priorizar la reactivación económica y social, olvidando lo que resulta obvio para cualquiera que tenga dos dedos de frente, que los hospitales siguen llenos y las camas ocupadas casi en su totalidad.

La realidad es que no solamente el peligro no ha pasado sino que la tan mentada segunda ola está afilando los dientes y  ya está dando las primeras señales. Paraguay no venció al Covid-19; al contrario, está a punto de caer en la trampa de este virus mañero y engañoso, al que le gusta transmitir una falsa sensación de seguridad antes de volver a atacar. Esto se ha visto en varios países europeos y latinoamericanos, que bajaron la guardia justamente en el peor momento para hacerlo.

En el norte, la segunda ola del virus llega bien protegida con el crudo invierno. A nosotros nos amenaza cuando está a punto de empezar el mes más festivo y peligroso, en donde, con plata en el bolsillo y fiestas por todas partes, la gente dejará de lado el poco cuidado que aún mantiene para evitar el contagio.

Si bien bajó la cantidad de muertos, esta última semana hay un claro aumento de los casos positivos a pesar de las pocas muestras que se toman diariamente, y ya no por falta de insumos sino porque a la gente ya no le interesa hacerse el test. Cuando a esto le sumamos la próxima festividad de Caacupé y las despedidas de fin de año, es fácil pensar que tiene razón Sequera cuando dice que diciembre puede ser una bomba de tiempo.

Paremos la pelota y dejemos de confundir a la ciudadanía con mensajes confusos. No estamos bien, pero, si terminamos por bajar la guardia, podremos estar mucho peor.

Commentarios

comentarios

Mira también

Descarados

Aprovechar una desgracia que no solo destruye a una familia sino que golpea con dureza …