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Lo sabíamos

Desde que, apenas iniciada la cuarentena el año pasado, saltó el negociado con los insumos y nadie fue castigado, empezó la percepción generalizada de que, a pesar de las promesas gubernamentales, el sistema sanitario paraguayo no estaría en condiciones de enfrentar una situación de contagio masivo. Y lo fuimos confirmando con el correr de los meses, cuando los reclamos se hacían constantes y las mejoras iban dándose de a puchito, sin ningún tipo de planificación previa.

Así que la actual situación, en donde vemos enfermos en los pasillos, siendo atendidos sentados en sillas porque ya no hay lugar en ningún hospital, y nos enteramos de gente que muere en su casa porque no había dónde internarla, no debería sorprendernos demasiado. Al contrario, el horror tardó más tiempo del previsto en llegar, seguramente por ese viejo dicho que dice que Dios es paraguayo.

No se hizo nada por evitar la debacle. Y aunque a muchos medios les encante pasar la mayor parte de la responsabilidad a la gente que no se cuida, los verdaderos responsables son los representantes del gobierno, porque si hubieran mostrado que esa primera decisión de cerrar todo tenía el verdadero objetivo de adecuar el sistema sanitario para enfrentar con alguna solvencia la crisis, o si hubieran realizado una gestión adecuada para conseguir las vacunas para gran parte de la población ni bien estas estuvieron disponibles en el mundo, la cantidad de contagios, fallecidos y el colapso del sistema sanitario hubieran sido mucho menores.

Lavarse las manos, usar tapabocas y mantener el distanciamiento social pueden salvarnos la vida y más aún en un país como este, en donde la “gestión” ciudadana es la única que logrará disminuir el horror. Porque hasta para volver a endurecer las medidas sanitarias demuestran no tener el coraje necesario, aprisionados como están y manejados por grupos de poder a los que les son mucho más importantes las ganancias que la salud de la gente.

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